AMIGOS DEL TORO

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16 octubre 2006

UN POCO DE HISTORIA


Las corridas de toros son un resquicio brutal de otros tiempos, dominados por la violencia entre personas y animales, y en los que la vida -tanto de unos como de otros- tenía muy poco valor. Nacidas como entretenimiento militar, pronto fueron calando en el pueblo llano como forma de desahogo de todas las represiones, frustraciones y liberación de toda la rabia contenida de estos. El animal se convertía así en la víctima propiciatoria, en la manera de purgar toda la vileza y agresividad humanas en su estado más puro. Fernando VII, el más nefasto de nuestros gobernantes, cerró universidades y abrió escuelas de tauromaquia, lo cual ilustra bien la función de las corridas: un pueblo embrutecido es más manejable que un pueblo instruido. A pesar de que en los años 60 y 70 estuvieron a punto de desaparecer, actualmente aún perviven debido a intereses económicos que consiguen el apoyo gubernamental y subvenciones públicas, y que difunden el mensaje de la tradición como única justificación de algo tan anacrónico como cruel...
UN SANGRIENTO Y SADICO ESPECTACULO
Las distintas armas utilizadas previo a la muerte del toro, tienen como objetivo debilitarlo, para que el torero pueda matarlo fácilmente. El picador le introduce una puya de 10 cm. de longitud que le hunde en el cuello, aunque realiza movimientos a un lado y a otro para desgarrar y horadar la carne del animal, provocándole intensas hemorragias. Las banderillas, afilados arpones de unos 6 cm. de longitud, que se le clavan en el lomo, tienen la función de "humillarlo", es decir, que agache la cabeza para que el matador pueda introducirle la espada mortal. La muerte del toro es lenta y muy dolorosa, ya que casi nunca muere con la primera estocada. No es infrecuente escuchar que el animal ha recibido más de 10 estocadas. Cuando ni así muere, se recurre a la puntilla, cuchillo que secciona la médula espinal y deja al animal paralizado pero consciente, estado en el que posteriormente entra al desolladero, o sea vivo.
Los caballos son la víctima olvidada de las corridas, a pesar del peto en numerosas ocasiones reciben embestidas que les abren las tripas, a menudo se les vuelven a meter los intestinos y se les cose para que vuelvan a salir a la plaza. Por otra parte, es necesario drogarlos y taparles las ojos para que salgan a la plaza, ya que de otra manera el terror que sienten al ver al toro les haría huír.



Hay otras prácticas prohibidas pero que se emplean para reducir riesgos al torero, todas ellas desmentidas por los taurinos pero confirmadas por veterinarios: aparte del "afeitado", en el que poco antes de la corrida se le recortan los cuernos, privándole de su única defensa, están las palizas que reciben, generalmente con sacos de arena pero a veces con palos, untar sus ojos con vaselina para menguar su visión, hacerle cortes en las pezuñas y untarlas después con aguarrás... Por otra parte, debido a la mala alimentación a base de piensos compuestos, para complacer a un público que exige toros cada vez más grandes, los toros sufren un exceso de peso que les causa lesiones y les dificulta el movimiento. El toro es un animal herbívoro, y como tal pacífico, sólo a base de castigos y manipulaciones se consigue alterar su ser natural, quedando convertido en un enfermo nervioso que sólo lucha por su vida. En la plaza, el toro lo único que busca es la huída, y sus ataques desesperados son, además de por provocación, por no encontrar una salida.
La justicia española no lo considera un delito, los Ministerios del Interior y Agricultura tampoco, el Ministerio de Educación no lo condena a nivel de magisterio, el de Cultura alienta escuelas de tauromaquia.

DERIVACIONES DE LA TAUROMAQUIA
Las fiestas populares que emplean animales, fundamentalmente toros o vaquillas, constituyen una forma de asegurar el gran negocio de los ganaderos: los llamados "desechos de tienta", animales que no se consideran aptos para corridas, se venden a los pueblos para que celebren sus fiestas. No es de extrañar que éstas aumenten cada año. Los festejos instituídos y legales incluyen:

* Toros embolados con fuego (se les coloca un artilugio de metal en los cuernos en los que va una materia inflamable, a la que se prende fuego. El toro, que siente pavor por el fuego, corre despavorido), se "celebran" en muchos pueblos de la Comunidad Valenciana, Aragón, y en Medinaceli (Soria).



* Toros acribillados por dardos y banderillas en Coria (Cáceres)



* Toros "ensogaos" o enmaromados, en numerosos pueblos de Cádiz, y Benavente (Zamora). Se ata una soga al toro y el pueblo tira de él.

* Toros alancenados en Tordesillas (Valladolid) e Hita (Guadalajara). Individuos a pie y a caballo persiguen al toro por el campo armados con lanzas hasta acabar con su vida.

* Hay otras muchas barbaries ilegales que, a pesar de ser denunciadas cada año, la mayoría de las veces quedan impunes: Vaquillas despeñadas, emborrachadas, apaleadas, atropelladas por tractores, etc.
Las corridas de toros y sus derivaciones no son la fiesta nacional, sino, para la mayoría de los españoles, la vergüenza nacional, y es responsabilidad de todos el actuar para erradicar de una vez esta lacra que pagamos todos y que sólo contribuye a enriquecer a algunos y a embrutecernos a todos, mientras la imagen de España en el exterior se ve seriamente dañada.

EL DINERO

Las corridas de toros y todas sus derivaciones -encierros, etc.- nos cuestan miles de millones del dinero de los contribuyentes. Aunque no hay estudios fiables relativos a cuánto dinero se maneja, sí existen algunos datos que, a título de ejemplo, nos puede dar una idea de las cifras globales provenientes del erario público: Según un programa de televisión, a España le cuestan sus festejos taurinos -sin contar las corridas- unos 20.000 millones de pesetas. Algunos datos más, sólo de la Comunidad de Madrid: 9.000 millones, la construcción de la plaza de Vista Alegre, 3.500 millones la de Leganés. Otras similares han sido construidas en Getafe, Torrejón de Ardoz, Móstoles. 30 millones cuesta el mantenimiento de la Escuela de Tauromaquia, financiada a medias por el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad. Esta última donó el año pasado 50 millones en concepto de "ayuda" para celebrar encierros en los pueblos con menos recursos económicos. (ningún pueblo sin fiestas crueles, parece ser la consigna oficial). El ente público Televisión Española pagará este año unos 1.000 millones de pesetas para retransmitir 30 corridas. Los canales privados no retransmitirán corridas por no tener audiencia (según las últimas encuestas, sólo un 13% de los españoles disfruta con las corridas televisadas). En la mayoría de las ciudades españolas, las plazas de toros son deficitarias, y somos los contribuyentes quienes debemos cubrir ese déficit. En muchas ocasiones sólo se consigue público regalando entradas, al INSERSO, a trabajadores de ciertas empresas, o sencillamente a amigos y parientes.


Trasciende la típica postura "no me gustan los toros, pero hay que ser tolerante...". La tauromaquia nos cuesta a todos mucho dinero, nos da mala imagen en el exterior y constituye un pésimo ejemplo para la educación de nuestros hijos. Por otra parte, ¿por qué hay que ser tolerante con los que torturan y matan? Evita además el fatalismo del tipo "nunca se terminarán las corridas de toros", las corridas de toros terminarán cuando la sociedad española decida que deben terminarse, ni antes ni después.


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¿QUE PUEDES HACER TU?
No visites pueblos en los que tengan lugar fiestas crueles. Si no tienes más remedio que visitarlos, no acudas a los encierros o actos crueles que organicen, y deja bien clara tu postura entre tus familiares y conocidos. En general, no tengas reparos en declarar que estás en contra de la tauromaquia. Se trata de una postura justa y noble, son los partidarios de la crueldad y el atraso los que deben avergonzarse.

Escribe a tus representantes políticos locales preguntándoles cuánto se gasta tu localidad en organizar corridas o festejos taurinos, en escuelas de tauromaquia, rehabilitación de plazas de toros, etc. Como contribuyente, tienes derecho a saber qué se hace con tu dinero. Si obtienes respuesta, informa que prefieres que tu dinero se emplee en cualquier otra cosa que beneficie al municipio.

Organiza protestas o acude a las que se celebren. Por ejemplo, acude a manifestaciones antitaurinas. Los políticos empezarán a cambiar las cosas cuando vean que la sociedad demanda tales cambios.